Marsolaire

Artes, teatro, literatura y traducción

Friday, March 31, 2006

Ego sum qui sum

Miguel Falquez-Certain

However, if we do discover a complete theory [quan­tum theory of gravity], it should in time be understandable in broad principle by everyone, not just a few scientists. Then we shall all, philosophers, scientists, and just ordi­nary people, be able to take part in the discussion of the question of why it is that we and the universe exist. If we find the answer to that, it would be the ultimate triumph of human reason ― for then we would know the mind of God.
―Stephen W. Hawking, A Brief History of Time

De legalidad un día sentado en una butaca del Planetario a lo mejor te pre­guntas si la tortícolis que ahora te tortura no es más importante que los-grandes-interrogantes. A lo mejor quién sabe, quién evita un vidrio.

Alfa Centauro, la posibilidad de una cultura extraterrestre, los mensajes transmitidos en las ondas hertzianas a miles años-luz de distancia, todo te abruma el coco y te lo dices para tu coleto, vaya qué osadía aún creer que mi religión sea la verdadera, hoy en día, mire usted, la iglesia, la sinagoga y la mezquita, hace tiempo que no nos tira una visita, vaya, vaya hombre, vaya, el mundo y su creación después de tantos cipotazos y agujeros negros, acaso llegaremos algún día a instalarnos en la mentalidad cosmogónica y verlo todo en pano­rámica y con sonido Dolby, viajar en rayos láser en reversa y percibir la “historia” sin tocarla, mejor dicho sucediendo (no la “his­toria” de los vencedores), digo, dígole, es posible que enanitos, o seres marginales, hom­brecitos verdes y todo el cachivache amon­tonado en los paquitos de la ficción científica no sean más que pamplinas, vaya usted a saber, a lo mejor el mundo lo inventaron los teúrgos, en todo caso Nietzsche, y si enten­demos que la guerra genocida se identifica con el tiempo, y que estamos íngrimos-y-solos-en-esta-soledad-tan-sola, qué fenómeno, y que el infierno con que tantas veces te asustaron no es más que un embrollo de caninos, sólo enton­ces.

A lo mejor un día llegaremos a saber cómo es que funciona la mente de ese Man.

De Usurpaciones y deicidios (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1997)

Derechos reservados/copyright © 2006 Miguel Falquez-Certain

Sunday, March 19, 2006


Theater Review

Tango & Flamenco Fusion at Thalia

by Miguel Falquez-Certain


Published by The Woodside Herald on 3/3/06

It seems like a crazy idea when you think about it. There’s no way you’ll be able to get these two so diverse styles of music, song and dance to coalesce. It would be such a mess – more confusion than fusion, you assume. However, I’m happy to report that you will be completely wrong, because Ángel Gil-Orrios has done it again. Conceived, produced, designed and directed by Mr. Gil-Orrios, he’s been able to put together a splendid and delightful show that will be appreciated by both aficionados and experts alike.

When the stage lights up, Spanish flamenco guitarist Daniel Casares and Uruguayan bandeonist Raúl Jaurena, both of whom have had independent shows at Thalia before, dominate the scene from a platform upstage. On the left, Jorge Longo on double bass and Octavio Brunetti on piano. On the right, Sean Kupisz on cajón and Marco Granados on flute. To get you used to this bold proposition, they will ease you into classic tangos, tangos-flamencos, and habaneras. And when you finally let yourself go, captivated as you are by the brilliance of their interpretations, the fiesta really begins. Cancionista Margo Mitchell will take one of Federico García Lorca’s poems and turn it into a tango song; cantaora Irene Salas (a/k/a Chanela) will reinvent songs from the tango canon by giving them a flamenco twist. Tango partners Carolina Jaurena and Carlos Acuña and Sandra Buratti and Walter Pérez will barge into the stage with sinuous, elegant moves that will grab your immediate attention, while bailaores Aurora Reyes and Yloy Ybarra will tap and stomp their presence into your hearts and imagination. And they do not stop there: they intermingle and take over one another’s territory with intelligence and grace.

Mr. Casares, the talented twenty-five-year-old flamenco guitarist, has a couple of tricks up his sleeve: on two occasions he stopped the show with his intricate finger work and brilliant rendition of both tango and flamenco standards. He looks more relaxed, with sure command of the stage, and it shows: his shifting positions on his chair, his eloquent smiles, his nonchalant, unruly mane coming beautifully alive confirm one thing: he’s having the time of his life.

On the other hand, Mr. Jaurena, a surefooted veteran with an amazing curriculum to prove it to boot, takes the stage by storm. He masterfully moves from tango to flamenco and back with such brilliant smoothness that it will take your breath away. Rich and versatile, Mr. Jaurena knows how to weave the tango web with no deception but with savoir-faire. And you will be thankful for it.

The centerpiece is an homage to Carlos Gardel, el zorzal criollo [The Creole Thrush], the sensuous baritone and tango’s first superstar allegedly born in Toulouse, France, who died in an airplane crash in Medellín, Colombia, in 1935, when he was 44 and at the height of his career. With his handsome face projected on a transparent screen over the upstage platform, Ms. Salas and Ms. Mitchell both interpret “Mi Buenos Aires querido” [My Beloved Buenos Aires] and “Volver” [To Return], Gardel-trademarks, from the deep recesses of their respective singing styles. And it works, although it is a pity they do not offer more.

Furthermore, Mr. Marco Granados works magic with his flute, creating a sort of melodic transition to both styles, accompanied by the deep vibrato of Mr. Longo’s bowed double-bass and by Mr. Kupisz’s percussion. And among all this, Mr. Brunetti’s rich, virtuoso piano renditions.

All in all, you will have a marvelous uninterrupted one-and-a-half hour show that will make you tingle in your seats – if they would only give you a chance to mingle with the stars!

© 2006 Miguel Falquez-Certain

Saturday, March 18, 2006


¿Tutifruti, salpicón o macedonia?

En la variedad está el placer

por Miguel Falquez-Certain

Cuando en Barranquilla, Colombia pedimos un tutifruti, nos traen a la mesa un coctel o salpicón de frutas. La expresión que se usa en mi ciudad natal se deriva del italiano (tutti frutti, “todas las frutas”), aunque el diccionario de María Moliner lo consigna como una “mezcla de trocitos de fruta variada con que se da sabor a helados y yogures: ‘Un helado de tutifruti’”. Es decir, el uso que se le da en España es igual al que se le da en inglés en los Estados Unidos: un helado con frutas, aunque en inglés algunas veces puede tratarse de frutos secos, y también podría referirse a un sabor.

Por otro lado, no hay que olvidar el papel fundamental que tuvo la canción “Tutti Frutti” de Little Richard en la historia del rock ’n’ roll (“A-wop-bop-a-loo-lop a-lop-bam-boo/Tutti Frutti, all over rootie/A-wop-bop-a-loo-lop a-lop bam boo”), un coro en scat que en sentido literal no comunicaba casi nada pero que unido a sus movimientos eróticos subliminalmente sumía al público en un trance nunca antes experimentado. Little Richard hizo su debut con esta canción en 1955 y en pocos meses ocupó el 17º lugar en los EE.UU. y el 29º en el Reino Unido. Little Richard fue el primer cantante que se maquilló abiertamente y con sus vestimentas llamativas y sus extravagantes y exagerados movimientos impuso un estilo y, visto en retrospectiva, le consolidó como el padre del glam rock.

Ya a finales de los años treinta se utilizaba en los EE.UU. fruit para designar a los homosexuales, especialmente los pasivos, y a principios de los sesenta era una expresión menos ultrajante que sus contemporáneos fag, fairy y queen. Es probable que mucho tuvieron que ver con este renovado uso las excentricidades de Little Richard. Aunque si bien es cierto que ya para estos años empezaron a confundirse dos expresiones que nada tenían que ver la una con la otra: fruitcake (ponqué de frutas) que se utilizaba para designar a un demente, como en la expresión “nuttier than a fruitcake” (más loco que una cabra) que fuera utilizada por primera vez para referirse a Al Capone cuando il capo di tutti capi perdió la chaveta en Alcatraz. (Existe otra acepción para fruitcake, de uso mucho más restringido, que indicaba los galones de campaña, tales como decoraciones y medallas, que lucían en el pecho del uniforme los oficiales del ejército.) No obstante, por extensión nuts no sólo se refería a los trastornados, sino a cualquier persona que pareciera extravagante o excéntrica ante los ojos de las personas “normales”. Hoy por hoy, algunas personas confunden estas dos expresiones pero, como hemos podido observar, sus connotaciones son completamente diferentes: no es lo mismo un fruit (homosexual) que un fruitcake (loco), aunque en Barranquilla y ahora, al parecer, en toda Colombia, se usan “loco” y “marica” indistintamente como muletillas para llamarse entre sí los amigos, sin ninguna connotación “mental” ni “sexual”.

Este uso de nut (fruto seco como la nuez, la avellana, etc.) en inglés se viene a identificar con la cabeza alrededor de 1858, comienza a popularizarse a partir de 1915 para designar a un excéntrico y, desde 1944, para llamar a los orates, desquiciados o casos mentales. Es cierto que con el tiempo este término ha suavizado su carga de alienación para convertirse en una palabra aceptada y cariñosa con la que se designan las más diversas situaciones, como por ejemplo ser aficionado a algo o alguien (I’m nuts about baseball, him, etc.=estoy loco por el béisbol, por él, etc.).

Es interesante recordar el paralelo que existe con el castellano en cuanto a la utilización de la palabra “coco” (originaria del portugués coco o côco) como sinónimo de cabeza (“me rompo el coco”, “comerle el coco” por convencer, “comerse el coco” por devanarse los sesos), o bien como el ser fantástico, supuesto demonio, con el que se asusta a los niños (“te coge el coco”). Moliner también consigna “cuco” con el mismo significado, aunque en Barranquilla “meter un cuco” quería decir contar mentiras.

Y volviendo al tutifruti barranquillero, o salpicón de frutas en las regiones interioranas de Colombia, en los idiomas romances este “coctel” (o cóctel para otros, como los argentinos, españoles, etc.) se conoce como “macedonia”. Aunque en francés existe la macédoine de fruits (ensalada) o de légumes (o legumbres, también conocida como jardinière). Su origen evidentemente es la Macedonia de Alejandro Magno, imperio conformado por pueblos de orígenes muy diversos, la cual empieza a utilizarse con esta acepción en 1778. Ya en el siglo XIX Balzac decía: « Les circonstances qui faisaient de la société, sous l’Empire, une macédoine » (“Las circunstancias que hacían de la sociedad, durante el Imperio, una macedonia”). En italiano también se utiliza macedonia (miscuglio di frutta varia, batiburrillo de varias frutas) para designar el plato con frutas, así como también en el sentido figurado de mezcolanza de elementos heterogéneos. En España se conoce este plato como macedonia, ya sea en castellano, gallego y bable (macedonia), en vasco (mazedonia) o catalán (macedònia). En Portugal se dice macedónia y en el Brasil macedônia. Incluso en inglés, aunque poco utilizada, existe la palabra tomada directamente del francés: macédoine.

El uso que se le da a la macedonia es parecido al francés salmigondis de 1627, cuyos orígenes se remontan a sel o sal y a gondin, que posiblemente se derive de condire o sazonar; sin embargo, no por esto se limita a su significado literal sino que igualmente puede transformarse en lenguaje figurado como cuando el Cardenal de Retz decía en el siglo XVII que el Conde De Brion « faisait un salmigondis perpétuel de dévotion et de péché » (“hacía una mezcolanza continua de devoción y pecado”). Sin embargo, cuando el salmigondis mantiene su connotación culinaria es mejor traducirlo como “ropa vieja” y en este caso recordemos el muy popular guiso cubano. En inglés también existe la palabra, citada por primera vez en 1674 en la cuarta edición de la Glossographia de Thomas Blount, aunque ligeramente metamorfoseada en salmagundi. Según este lexicógrafo, se trataba de un plato de pavo frío y otros ingredientes, aunque en la actualidad designa uno compuesto por carne molida, anchoas, huevos y cebollas, a menudo decorado con hileras de lechuga y servido con aceite y vinagre. Por otro lado, en un sentido figurado, señala cualquier mezcla de elementos surtidos. Es preciso recordar en este contexto la renombrada revista literaria The Salmagundi, originalmente publicada por Washington Irving en 1807, con el sencillo propósito de “instruir a los jóvenes y reformar a los viejos, corregir al pueblo y criticar severamente a nuestros tiempos”, máxima que la Sociedad Literaria Harman adoptaría un siglo después en la resurrección de la revista del mismo nombre. De acuerdo a sus socios, el salmagundi o revoltillo representaba en su caso “el verdadero alimento para el espíritu que la revista constituía”.

Aunque su significado literal y figurado de miscelánea se acerca a otra expresión que cruzó fronteras idiomáticas y se impuso primero en el continente europeo y luego en el americano. Me refiero a la olla podrida española que hizo carrera como pot pourri en todos los idiomas europeos. Es, pues, en su origen española en su acepción culinaria y, posteriormente, se extiende y transforma en mezcla de cosas distintas como, por ejemplo, en trozos de música de varios compositores, o en nociones diferentes sobre las cosas, o en grupo de gentes diversas. No olvidemos los famosos “mosaicos” de la Billo’s Caracas Boys de los años sesenta. (Mosaico también adquiere esta característica como cuando se dice que un “país es un mosaico de pueblos” [del latín, mosaĭcum opus, obra de las musas].) La olla podrida es, según Moliner, “aquel cocido en el que, además de las cosas ordinarias, se pone jamón, gallina y otras cosas especialmente sabrosas”. Este plato obviamente se convierte en las Antillas y en algunos países latinoamericanos en el sancocho, cuyos ingredientes van variando según el país e incluso la región en la que se prepare (no es lo mismo un sancocho puertorriqueño, caleño o barranquillero). Tantas fronteras e idiomas recorre el terminacho que termina reapareciendo en castellano con nuevo ropaje: popurrí, que el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) cita como de origen francés y define como “mezcolanza de cosas diversas, cajón de sastre”. Burla burlando la serpiente se muerde la cola o, como bien dicen los franceses, boucle la boucle o riza el rizo, lo que en otras palabras quiere decir que vuelve a su origen.
Es interesante recordar que en Colombia a comienzos de los años setenta los “reporteros investigadores” en cierne, y “vacas sagradas” de hoy, cuando querían “destapar” alguna corrupción en la burocracia o en el mundo político, titulaban sus columnas “La olla podrida”. A todas luces se trata de una distorsión del sentido original de plato suculento. (En cuanto a las vacas sagradas es mejor no tocarlas sino para indicar que la expresión, utilizada universalmente, se deriva del respeto sacrosanto que los hindúes les profesan a estos cuadrúpedos hasta el punto de no poder acercarse a ellos. Esta locución en su avatar occidental obviamente se transformó en un sarcasmo para designar aquellas personas que injustamente detentan el poder en cualquier campo.)

Tampoco hay que olvidar la menestra (del italiano minestra, que en este idioma representa un plato de entrada compuesto de pasta o arroz cocido en caldo o agua con legumbres y verduras, y del cual se derivan la minestrina en diminutivo, y el minestrone en aumentativo, este último de mayor fama internacional y que también adquiere vuelos figurativos en la expresión “fare di tutto un minestrone”, la cual podría traducirse coloquialmente como “hacer de todo un revolú”) – ese guiso que, como nos informa Moliner, está “hecho con distintas verduras mezcladas, arregladas generalmente con pequeños trozos de tocino o jamón, y cocido todo ello con el jugo de las mismas verduras”. En resumidas cuentas menestra y minestra son caras de la misma moneda (de la diosa Juno Moneta, llamada así por la fábrica de monedas que quedaba al lado de su templo) o two sides of the same coin o il rovescio della medaglia o le revers de la medaille, claro que sin caer en maniqueísmos porque no vamos a decir que una sea mejor que la otra, como parecen implicarlo estas expresiones en nuestras hermanas neolatinas y, rizando el rizo, retornamos a mi primera inquietud “todafrutesca”: es preciso darle campo a las disímiles expresiones que conforman nuestro múltiple y diverso mundo dialectal iberoamericano. “Adonde fueres haz lo que vieres”: si visitas España, pide una macedonia, si llegas a Barranquilla no se te olvide transformarlo en tutifruti, si estás en Bogotá pídeles un salpicón de frutas y si por casualidad llegas a Nueva York ni se te ocurra utilizar ninguno de los términos anteriores. Si el mesero (camarero en España o mesonero en Venezuela) que te toca en suerte es mexicano, guatemalteco, ecuatoriano o argentino, no pierdas el tiempo y pídele de una vez por todas un fruit cocktail que no le hará falta ninguna explicación. Seguro que te lo trae al vuelo.

Nueva York, 5 de enero de 2004

© 2006 Miguel Falquez-Certain

Originalmente publicado en El Malpensante, No. 54, mayo 1 - junio 15, 2004

Thursday, March 16, 2006


Mi encuentro con la Lupe

por Miguel Falquez-Certain

A Mañe Palacio

Mi padre y yo viajamos a los Estados Unidos el 19 de noviembre de 1.963. Me habían excusado de asistir a la sesión solemne del Colegio San José que se realizaría ese mismo día, pues debía tomar el vuelo de Pan American con escala en Panamá y Miami como destino final. Para mí finalizaba el tercer año de bachillerato en el colegio de los padres jesuitas de Barranquilla y comenzaba una aventura increíble: presentarme como el “mago más pequeño del mundo” en varios centros nocturnos y teatros de Nueva York. Tenía catorce años.

Luego de presentarme en un nightclub de Orlando, propiedad del actor Peter Lawford, donde compartí escenario con Edward Davidson, el creador de la “Pachanga”, y de vivir la catástrofe nacional debida al asesinato de John F. Kennedy en Dallas a los pocos días de haber llegado, el 22 de noviembre de 1.963, mi padre, mi prima Sandra, quien se desempeñaría como mi asistente, y yo tomamos el tren rumbo a Nueva York, donde vivían mis dos hermanos mayores, Randolph y Billy.

Mi empresario en Nueva York, un señor puertorriqueño apellidado Del Pozo, a quien mi papá había apalabrado desde Colombia, nos avisó que me había conseguido un contrato para presentarme en el club latino “Liborio” la semana siguiente.

Y el viernes por la noche salimos de Astoria en el carro de mi hermano Randolph, con todas las maletas de la magia y los discos de mi prima Sandra para hacer la fonomímica, hasta el Liborio. Una vez allí, el gerente nos instaló en los camerinos en donde coloqué mi frac, la mesa, las pañoletas, las cajas y las palomas de mis trucos, mientras Sandra hablaba con el técnico de sonido cuadrando la música y la rutina de sus discos. Mi papá estaba muy contento con esta presentación, mi primera en la isla de Manhattan.

Hasta que llegó esta señora joven, muy alegre y parlanchina, que vino a instalarse en el camerino en el lado opuesto. Lucía una falda muy corta, ceñida al cuerpo, y un peinado con un moño tan alto como un avispero, y muchos collares y pulseras. Fumaba y bebía mientras hablaba, riéndose a carcajadas, saludando a todo el mundo y sintiéndose como en su casa.

A mi papá no le gustó esto para nada, pero al parecer ella era la estrella: mi hermano Billy nos puso al día pues estaba emocionado y nos dijo a Sandra y a mí que ésa era la reina del guaguancó y que se llamaba la Lupe. Yo nunca había oído hablar de ella pero si lo decía mi hermano Billy, que ya tenía dos años por acá y había actuado en una revista musical con Tito Rodríguez y todas las luminarias de la farándula latina, había que creerle.

A mí me tocó abrir la noche y como ya tenía bastante experiencia en el Casino de Cartagena y en los teatros y clubes de la costa colombiana y ahora de la Florida, me posesioné de mi papel y di una función de maravilla. El público me aplaudió y mi prima Sandra salió disfrazada como una niñita con trenzas y se había pintado de negro el diente del frente para que pareciera mueca y así hizo la fonomímica, pero en inglés, y aunque yo no la entendía mucho me pareció muy cómica y al público también.

Cuando regresamos al camerino nos dimos cuenta que había en el ambiente un olor muy raro y nos encontramos a mi papá furioso porque decía que esa señora se había puesto a fumar marihuana como si nada y no había respetado que él estuviera allí, imagínese usted. Mi papá era así, muy formal y exigente, y todos nos reímos y él se puso como una tatacoa, diciendo que en su época de México las cosas no eran así. Yo le dije que se calmara pues la Lupe era la reina del Wabbot, y Billy me corrigió diciéndome que no, que era del guaguancó, y yo me sonrojé por la metida de pata y agarrando aplomo le dije que sí, ya ves papá, es famosa, es nada menos que la Lupe, la reina del guaguancó.

Y cuando la Lupe apareció en el escenario del Liborio se formó tremendo escándalo. Todo el mundo se puso de pie chiflando y le gritaba la Yiyiyi, ya llegó la Yoli, la reina del guaguancó, que viva la Lupe, y la Lupe se zafó, así nomás, caballero, la Lupe se solló y empezó a cantar con esa voz triste y estridente una canción tras otra llenas de gemidos, ayayayayay, y la gente gritaba y saltaba enloquecida, y el moño gigantesco de la Lupe se le fue cayendo como si lo tumbara un terremoto y con cada torcida y golpe de cuello las mechas se le soltaban en cascadas, dándose palmadas violentas en los muslos, y con cada uno de esos golpes el Liborio soltaba un estruendo, y los ojos de la Lupe le brillaban, parecían dos tizones de fogata, grandes, gigantescos, hermosísimos, hasta que la perseguidora la fijó en su sitio y los ojos se le pusieron límpidos y acuosos, de una transparencia insólita, y el público se fue callando poco a poco y la Lupe se lanzó en un lamento interminable, “con el llanto de tus ojos y las manos sin destino te vi partir”, el rostro se le fue enrojeciendo y las lágrimas comenzaron a rodarle, “destino cruel que así mató todo el amor que nos unió”, era el adiós de la Yiyiyi que se apoderaba del Liborio, “aaaaaaay, adiós, que triste fue el adiós, que nos dejó partir ya sin voz de llorar”, y todos llorábamos porque pensábamos en alguien que se nos iba, “partir fue regresar a mí al escuchar tu voz sin tenerte a ti”, y el cuerpo de la Lupe temblaba con cada grito perentorio, cada sílaba alargada que nos cortaba los suspiros, “quién fueeeee que así mató nuestro destino sin razón”, y el público enardecido golpeteaba las mesas y brindaba, “por qué vivir asiiiií, por qué tanto dolor”, y ya la Lupe se viene despidiendo, “aaay, adiós, que triste fue el adiós, amor” y la seguidora la busca temblorosa e insegura, “qué enorme soledad”, murmura, “me quedó sin ti. ¡Ay!”

Mi papá seguía furibundo, aunque a nosotros ya nos tenía sin cuidado, y nos fuimos contentos a dormir porque esa noche habíamos compartido camerino con la Lupe, la reina del guaguancó.

Nueva York, 29 de abril de 2.002

Copyright © 2006 Miguel Falquez-Certain

Estas memorias fueron publicadas originalmente en Víacuarenta. Revista de investigación Arte y Cultura, No. 8, primer semestre de 2.002, Barranquilla, Colombia.

Five Stone Wind

Miguel Falquez-Certain

A Merce Cunningham. A John Cage y Shirley Jackson, in memoriam

El destino presume de su sapiencia, aunque
cualquier proposición que trate de abarcarlo
todo nutre su simbiosis. “I am the captain
of my fate I am the captain of my fate I am
the captain of my fate,” escribiste; el semáforo
enfría sus colores y por acaso llegamos
a Queens Borough Plaza. Desafortunadamente
no puedo ofrecerte un símbolo de la vida.

[El nombre, el significado y el símbolo los hallarás
con paciencia en la concha de una tortuga.]

El vidrio negro de una ventana inexistente
opaca en el tren el reflejo de la leyenda
que formula tus preguntas. El mundo deja de
existir indiferentemente. Es ambiguo y opaco

en su existencia; las premisas muestran

la forma “lógica” de la realidad. “The captain
of my fate. Laughter is possible laughter is
possible laughter is possible” en la muerte. El metro
llega a la estación y en la ventana espesa y negra
pesadillo tu figura: nos volvemos íntimos e
infames. La primavera ha irrumpido e imagino tu
reflejo en el vidrio negro. La dicotomía es
evidente: tu vecino es tu enemigo; tu casa

[El yang y el yin, en flujo perpetuo, ofrecerán las
combinaciones matemáticas ad infinitum. Es menester
recordar que cualquier lenguaje enmascara el pensamiento.
Estás allí, inmóvil, trasuntando el mundo como si a ti
perteneciese. Despierta. El mundo existe independientemente
de tu voluntad. Juega con los hexagramas, si es preciso,
mas abandona para siempre el nexo causal. No congeles
tu mirada si descubres que no hay contacto entre nosotros
porque todo aquello que engendra la certeza lleva en sí
el verbo. No insistas, abre tu mente y descansa.]

ha de ser una fortaleza, no un hogar. Epistemologuemos
con los parámetros falsos de la “psicología”.

[“La teoría del conocimiento es la filosofía de la psicología.”]

“It is possible.” Hasta que eso suceda, no importa
el nombre que le den a esta tierra. Absurdo,
non sequitur, un “scorcio sintatico incongruo
con risultato di condensazione”. Es imperativo

[Calla, ahora calla. No podemos inferir los sucesos
del destino de las circunstancias del presente. Un beso
negará la tautología adormecida en los recodos de tu mente.]

que llegue a tiempo a mi traición traductora.
“Nam-miojo-rengue-quio” ― un acto me enuncia, me define,
me limita: un beso macarrónico en la tetilla repleta
con la ambrosía de un titilante Loto Sutra. “Possible
is laughter possible is.” Hay cinco puntos que repiten
el azar: ”.fate my of captain the am I” Acaso me traes
alucinado con el reflejo fragmentado de tu rostro que se torna
lenguaje variopinto: la forma fenomenal de todo pensamiento.
¿Imagen o significado? Mis emociones son ambiguas al respecto.

[De nuevo a solas, hierática, lejana e imprecisa
esta soledad que nos une en un beso mordiente
de resquemores incipientes, de luchas intestinas.
No dices nada en tu ininterrumpida nostalgia.
Me observas en silencio, húmedos los labios,
manchada la sonrisa, y un temblor, escasamente
perceptible, se apodera de tu rostro.]

Nuestros rostros se reflejan efímeramente en la ventana
opaca y desaparecen sin trascendencia. Trascendencia impuesta
en una tierra sin nombre en donde el hexagrama de pueblos
hermanos es alimentado por el odio. Odio prístino engendrado
en el contubernio del desierto. Desierto ahora en donde tu

[Son discontinuos estos diversos modos del ser.
Tu cuerpo suda, inseguro de sus propios jugos,
y me observas en silencio. Tus labios tiemblan.
Estas ganas de vivir me están matando, y mirando
al vacío, te miro en el espejo cuando te adueñas de mí.]

vecino es tu enemigo; tu casa, una fortaleza mas no un hogar.
La secuencia de las estaciones se amilana con el regodeo
pernicioso del invierno y habríamos de hacer un sacrificio

propiciatorio en donde la sangre alimentase la tierra
desprovista, cuasi agonizante. Una epidemia precisa
de la desmitificación de una nueva esfinge. “I am up
above the top, dancing in the light.” Es inútil intentar
fijar parámetros a nuestros desplazamientos; cuando
observamos al mundo lo miramos desde la perspectiva
de un pasado finito ― inútil intentar comprenderlo o
comprendernos. No obstante la primavera se ha despertado.

De nuevo nuestros rostros se reflejan en esa ventana
obscura, indescifrable, inexistente. Nuestro amor es
reflejo de un pasado que se adentra en un presente
inconcluso, malsonante, incongruente. Cinco mutis
por el foro, cinco fugas de un escenario mal iluminado,
atiborrado de esquirlas de espejos rotos, destrozados,
destrozándonos. La disonancia de una sola mano aplaudiendo
prefigura el insólito y, sin embargo, previsible
desenlace. Ya no son necesarios aquellos “pasos para
lograr la convivencia”. No habrá voceros oficiales
ni respuestas categóricas. Estamos solos. “I am the captain
of my fate I am the captain of my fate I am the captain of my fate.”

[“Laughter is possible laughter is possible laughter is possible.”]

De Habitación en la palabra (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1994)

© 2006 Miguel-Falquez-Certain